martes, 20 de marzo de 2018

La creatividad tiene un efecto directo en el aumento del rendimiento escolar.


Una investigación de la Universidad Internacional de La Rioja establece una correlación directa entre la creatividad y el rendimiento escolar. Los resultados también muestran que este rendimiento estaría influido por las inteligencias múltiples, una teoría que tiene en cuenta el desarrollo de diferentes habilidades y potenciales cognitivos y no únicamente la medición de un cociente intelectual.


Saber cuáles son los factores que influyen en el rendimiento escolar resulta clave para la elaboración de planes de estudio que puedan aprovechar de la mejor forma el rendimiento de los alumnos.
Para ayudar a diseñar propuestas de intervención educativa acordes a las necesidades de cada estudiante, investigadoras de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) han llevado a cabo un estudio, que analiza los factores de rendimiento en alumnos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y cómo estos se relacionan con la creatividad y con las inteligencias múltiples (naturalista, lingüística, lógico matemática, intrapersonal, interpersonal, espacial, musical y corporal).
Como indica Yolanda Ramírez, coautora del estudio, “a menudo en el ámbito educativo se ha focalizado la atención en el desarrollo de los aspectos académico-curriculares, cuando existen aspectos que influyen en el rendimiento académico como pueden ser la autoestima, los estilos de aprendizaje o la personalidad del alumno, por ejemplo”. En este sentido, ya existen proyectos de innovación educativa donde a través de las características y necesidades de cada alumno se construyen de forma cooperativa los aprendizajes.
Los resultados señalan que en la muestra analizada existe una relación significativa y directa entre la creatividad y todas las inteligencias (exceptuando la interpersonal), mientras que el rendimiento se relacionaría directamente con la creatividad y las inteligencias naturalista, lingüística, matemática, intrapersonal y espacial.
Las autoras destacan la necesidad de seguir investigando sobre creatividad, inteligencias múltiples y rendimiento escolar con muestras más amplias, así como de crear cauces de comunicación entre profesionales para diseñar propuestas de intervención que apuesten por un nuevo modelo de enseñar y aprender centrado en el alumno y en el desarrollo de sus potencialidades e intereses.
En palabras de Verónica López, coautora del estudio, “la creatividad es un constructo complejo que no siempre se ha relacionado con el rendimiento, y esto quizás haya sido así porque el rendimiento académico sigue basándose mucho aún en aspectos más lógicos del pensamiento. Este estudio que hemos presentado, revela que la creatividad (como pensamiento divergente) está relacionada con el rendimiento académico en educación secundaria incluso bajo esas condiciones. Por ello es importante que potenciemos la creatividad en las aulas. Pero también por la adaptación a nuevos contextos que nos proporciona” 
Para el estudio se ha utilizado una metodología no experimental, donde las variables se evalúan a través de diferentes test: el Cuestionario Turtle para la creatividad, el Cuestionario IM de Armstrong para las inteligencias múltiples, y, por último, las calificaciones escolares para el rendimiento escolar. Las pruebas se han realizado sobre un total de 82 estudiantes entre los 12 y los 16 años elegidos mediante muestreo no aleatorio. 
Si estás interesado en conocer más sobre este estudio, este enlace te dirige directamente al artículo de investigación:

Los niños y niñas de cinco años ya se preocupan por su reputación.


A pesar de que los más pequeños no usan las redes sociales, sí se interesan por la imagen que la gente de su entorno tiene de ellos. Una revisión de estudios revela que a los cinco años ya planean su comportamiento para agradar a las personas que admiran. Por ejemplo, son más generosos si se saben observados por alguien con quien más tarde volverán a interaccionar que con desconocidos.

En sus primeros años de colegio y alrededor de los cinco años, los niños y niñas comienzan a entender que sus acciones pueden repercutir en la opinión de sus familiares, profesores y compañeros, y reflexionan de manera crítica sobre su reputación. Como los adultos, los más pequeños quieren ser aceptados por aquellos a quienes admiran.


Así lo asegura una revisión de estudios previos liderada por Ike M. Silver, investigador del Wharton School of Business en la Universidad de Pensilvania (EE UU) y Alex Shawn, profesor de psicología en la Universidad de Chicago (EE UU).
"Los psicólogos siempre han prestado interés a cómo los adultos construyen su propia identidad y mediante qué estrategias la presentan al resto de la sociedad”, explica Shaw. “Ahora hemos descubierto que esta forma compleja y estratégica que los adultos tenemos de darnos a conocer, con una imagen que mostramos a la gente que nos rodea, aparece mucho antes de lo que se creía”, avanza el experto.
Según la investigación, publicada esta semana en la revista Trends in Cognitive Science, es alrededor de los cinco años cuando los niños comienzan a cambiar su comportamiento dependiendo de con quién se relacionen y en qué contexto, para así construir una buena reputación. Además, actúan estratégicamente con el objetivo de modificar la imagen que proyectan al exterior.
La noción de posición social en niños y niñas procede de sus mayores. “Como sociedad, damos mucho valor a la construcción de la propia imagen y su presentación. La exposición de los niños a este tipo de prioridades es bastante prematura”, avanza Silver.
Ciertas experiencias interactivas, como compartir juguetes, trabajar en equipo o escuchar al profesor, podrían ser algunos de los momentos en los que los niños aprenden qué es o no deseable para su reputación y las diferentes estrategias para construirla.
Por ejemplo, uno de los experimentos analizados mostraba que son más generosos en situaciones en las que son conscientes de que alguien les observa. Además, el esfuerzo a la hora de compartir es mayor con las personas con las que podrán tener trato en el futuro, y disminuye al interactuar con sujetos a los que creen que no volverán a ver.
En otro de los experimentos, los investigadores seleccionaron aleatoriamente a un grupo de niños de una clase y les transmitieron que ellos, a ojos de sus compañeros, tenían buena reputación. Desde entonces, ante la posibilidad de hacer trampa en alguna actividad, los escogidos respetaban más las normas que el resto. Esto indica que los más pequeños gestionan hábilmente su prestigio y son conscientes de las implicaciones sociales de su comportamiento.
Además, realizan una selección previa y buscan que las personas a las que consideran más importantes en su entorno tengan opiniones positivas sobre ellos.
Según los expertos, es importante conocer el momento en el que los niños comienzan a ser conscientes de su reputación y qué percepción tienen sobre las variables que influyen en ella, como la valentía, la riqueza o el inconformismo.
“Hasta ahora, se creía que esta noción se desarrollaba a partir de los nueve años, sin embargo, es anterior”, plantea Silver. “Está claro que el concepto de reputación no se les plantea de repente en el momento que comienzan la escuela. Por eso, la pregunta de cara al futuro es qué sucede antes de los cinco años”, concluye el investigador.  
Si estás interesado en conocer más sobre este estudio, este enlace te dirige directamente al artículo de investigación:

lunes, 19 de marzo de 2018

Los bebés que aún no hablan ya saben razonar.



Investigadores de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y de otras instituciones europeas han llevado a cabo un estudio que explora las capacidades de razonamiento humano en edades tempranas. Los resultados del trabajo se publican en el último número de la revista Science.
Estudios previos habían puesto de manifiesto que durante los dos primeros años de vida de un ser humano ya existen capacidades cognitivas sofisticadas. Por ejemplo, los bebés tienen la capacidad de generar y confirmar hipótesis, una estrategia esencial para comprender y predecir los fenómenos que nos rodean. Sin embargo, la manera en que estas hipótesis se formulan y se validan había sido poco explorada.
Este ha sido el punto de partida del nuevo trabajo realizado por un equipo del Grupo de Investigación en Razonamiento y Cognición Infantil (RICO) de la UPF, junto con miembros de la Universidad Central Europea de Budapest (Hungría) y del Instituto Nencki de la Academia de las Ciencias (Polonia).
En la investigación participaron bebés de 12 y 19 meses de edad y también adultos. Para probar sus habilidades de razonamiento, los autores diseñaron experimentos que consistían en presentar animaciones que mostraban una pareja de objetos, que variaban de color textura y forma. Los niños, a través de reglas lógicas muy sencillas, tenían que deducir cuál de los dos objetos se escondía en el interior de un recipiente.
La tarea consistía en observar las escenas mientras se registraba la manera en que visualmente exploraban su contenido. El registro de esta inspección ocular se hizo mediante un rastreador que medía la posición de los ojos cada 16 milisegundos.
Con esta metodología se estudió la inferencia lógica que el participante realizaba ante determinadas situaciones. Por ejemplo, en un experimento en la mitad de los casos el objeto quedaba oculto a la vista del participante, no siendo necesario razonamiento alguno para su identificación, ya que no se mostraba. En la otra mitad, se enseñaba el objeto, permitiendo concluir que era el otro el que quedaba escondido.
Los experimentos revelaron que los niños eran capaces de realizar deducciones racionales mostrando sorpresa cuando ocurría algo inesperado.
El diseño de las pruebas se hizo de modo que cualquier diferencia en las reacciones de los participantes se debía a los procesos de pensamiento y no a variaciones físicas en el contenido de las escenas.
Se sabe que la pupila es un indicador de esfuerzo cognitivo y que su tamaño es mayor cuando las tareas implican mayor dificultad. A través de los ensayos, se observó que, en el momento en que hay evidencia disponible para realizar una inferencia lógica, los bebés muestran mayor dilatación en sus pupilas. Aún más, esta respuesta pupilar a las escenas que requieren aplicar reglas lógicas es de una sorprendente estabilidad, no sólo ocurre en los bebés de 12 meses sino también en los de 19 meses y en los adultos.
Según explican Ana Martín y Nicoló Cesana, investigadores de la UPF y coautores del estudio, esto indica que “participantes de edades tan disímiles estarían empleando estrategias comunes para razonar sobre estos mismos contenidos”.
De la misma manera, el trabajo ha constatado que la estrategia de exploración es cualitativa y cuantitativamente diferente en función de si las escenas invitan o no a realizar una deducción lógica
Los investigadores valoran estos resultados como “una evidencia de que las estrategias que permiten a los seres humanos combinar información para razonar sobre los hechos que nos rodean están ya presentes en edades muy tempranas”.
En su opinión, el trabajo contribuye a clarificar una discusión ampliamente debatida en los últimos treinta años sobre la existencia de capacidades de razonamiento lógico tempranas en humanos, sugiriendo que algunos procesos mentales de los bebés aún antes que empiecen a hablar, ya son parecidos a los de los adultos, y más complejos de lo que se había pensado hasta ahora.
Si estás interesado en conocer más sobre este estudio, este enlace te dirige directamente al artículo de investigación:

La contaminación en el embarazo se asocia con menor capacidad cognitiva en los hijos.


Expertos del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) —centro impulsado por la Fundación Bancaria ”la Caixa”— y el Erasmus Medical Center de Rotterdam han asociado la exposición residencial a la contaminación atmosférica durante el embarazo con anomalías cerebrales que pueden contribuir a una reducción en la capacidad cognitiva de niños y niñas en edad escolar. 
El estudio, publicado en Biological Psychiatry, muestra que los niveles de polución relacionados con las alteraciones cerebrales estaban dentro de los valores considerados como seguros. La investigación mostró por primera vez una relación entre la exposición a la contaminación atmosférica y dificultades en el control inhibidor —la habilidad de regular el autocontrol y el comportamiento impulsivo—.
Esto se asocia con problemas de salud mental como el comportamiento adictivo y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Por su parte, la exposición a partículas finas durante la vida fetal se asoció con una corteza —la capa externa del cerebro— más delgada en varias regiones de ambos hemisferios, lo cual constituye uno de los factores que permitirían explicar las deficiencias observadas en el control inhibidor. 
El equipo de investigación utilizó una cohorte poblacional en Holanda para estudiar a mujeres embarazadas y a sus hijos.  Determinaron los niveles de contaminación atmosférica residencial durante la vida fetal de 783 niños y niñas. Los datos se obtuvieron a partir de campañas de monitorización del aire, e incluyeron niveles de dióxido de nitrógeno y de partículas gruesas y finas. La morfología del cerebro se evaluó a partir de imágenes de resonancia magnética realizadas cuando los niños tenían entre 6 y 10 años de edad.
La relación entre exposición a partículas finas, alteraciones estructurales del cerebro y control inhibidor se observó a pesar de que los niveles residenciales de partículas finas no excedieron los límites establecidos por la Unión Europea –solo el 0,5% de las mujeres embarazadas estuvo expuesto a niveles considerados no seguros–. En promedio, los niveles residenciales de dióxido de nitrógeno se situaron justo en el límite de seguridad.
Estos hallazgos complementan estudios previos que asocian niveles ‘aceptables’ de contaminación atmosférica con otras complicaciones, incluyendo deterioro cognitivo y crecimiento fetal. “Por lo tanto, no podemos garantizar que los niveles actuales de contaminación en nuestras ciudades sean seguros”, afirma Mònica Guxens, coordinadora del estudio e investigadora de ISGlobal y del Erasmus University Medical Center. 
El cerebro del feto es particularmente vulnerable, ya que aún no ha desarrollado los mecanismos para protegerse de las toxinas ambientales o eliminarlas. “Aunque las consecuencias clínicas de estos hallazgos a nivel individual no se pueden cuantificar, otros estudios existentes hacen pensar que los retrasos cognitivos a edades tempranas podrían tener consecuencias considerables a largo plazo, incluyendo un mayor riesgo de trastornos mentales y un menor rendimiento académico, dada la ubicuidad de la exposición”, señala Guxens.

Si estás interesado en conocer más sobre este estudio, este enlace te dirige directamente al artículo de investigación:


Air pollution exposure during fetal life, brain morphology, and cognitive function in school-age children.

Las redes sociales son un factor de riesgo para la autoestima de la juventud.


La presencia de las redes sociales en la cotidianeidad ha puesto sobre la mesa nuevas formas de comunicación, acceso a la información e incluso ha sido la base del desarrollo de estrategias de trabajo en muchos campos como el de la educación. Sin embargo, también se han derivado una serie de problemas de su uso –o bien abuso–, sobre todo en aquellos segmentos de la población que están más expuestos.

Para la población joven, la incidencia de la publicidad en redes sociales sobre la concepción de la imagen propia y el aumento de la baja autoestima es mayor a medida que aumenta la frecuencia de conexión y el tiempo de exposición a redes sociales. Además de demostrar estos datos, el equipo de investigación de la Universidad de Córdoba ha comprobado a través de su estudio cómo estos efectos son más acusados entre las mujeres.
El estudio, dividido en tres fases, comenzó por una contextualización de la relevancia de los vídeos e imágenes en Twitter, Instagram, Youtube y Facebook. Así se pudo visualizar la repercusión de estos productos audiovisuales en la vida diaria de sus usuarios. En cuestiones cualitativas, destaca el marcado estereotipo de belleza que se promueve en esos productos haciendo hincapié en el caso de las mujeres.
En un segundo estadio, se diseñaron unas encuestas sobre autopercepción de la imagen corporal dirigidas a una muestra del alumnado de la Universidad de Córdoba con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años. 
A pesar de que las mujeres encuestadas consideraban que la imagen femenina de los vídeos e imágenes publicitarias es extremadamente estereotipada e inclinada hacia una delgadez extrema, a la hora de señalar cuál era su imagen deseada su respuesta se acercaba bastante a esa imagen prototípica. Aunque se observó que los hombres también buscaban asemejarse más al cuerpo musculoso que se visualiza en la publicidad, su preocupación por llegar a ese 'ideal' no era tan significativa.
La diferencia parece residir en que, en el caso de la mujer, se partía con una menor autoestima y la constante exposición a esas imágenes de las redes implica un deterioro mayor en la autoestima y una necesidad de modificar su imagen.
Por último, y conectando la baja autoestima con los desórdenes alimentarios que se derivan de querer cambiar la imagen mediante purgas y hábitos poco saludables, se consultó a un grupo de profesionales de la salud y de la enfermería sobre la actualidad de esos desórdenes. Este grupo advirtió sobre el aumento de estos trastornos de la alimentación y evaluaron la publicidad como un factor de riesgo con un valor de 4,60 puntos sobre una escala de 5.
Con esta perspectiva, queda patente la necesidad de programas educativos que fomenten una relación más saludable con la alimentación y un refuerzo de la autoestima para que las personas más jóvenes puedan disfrutar de las ventajas de las redes sociales sin que estas se conviertan en un factor de riesgo.

Si estás interesado en conocer más sobre este estudio, este enlace te dirige directamente al artículo de investigación: