miércoles, 4 de abril de 2018

Los adolescentes con baja autoestima son más adictos al móvil


La evolución que ha tenido el uso de las nuevas tecnologías en los últimos 20 años, ha generado cambios en los hábitos de vida de las personas, sobre todo en el uso de los smartphones. Algunas investigaciones señalan que, en países como Estados Unidos, un 92% de los adolescentes se conectan al móvil cada día, y un 24% de estos dicen que están en línea casi de forma constante.

Y es que, en la actualidad, el número de aparatos móviles es mayor que el de la población mundial, y España es el líder en Europa en el mercado de móviles inteligentes.

Los investigadores Joan Boada, Lídia Argumosa y Andreu Vigil, pusieron en marcha un estudio con estudiantes de bachillerato y universitarios que indicó que existían variables de la personalidad que inclinan a tener una mayor adicción a los smartphones. Este estudio se realizó primeramente con población latina y de habla castellana, y mostró que hay cuatro aspectos fundamentales para que aparezca esta adicción: el principal es la baja autoestima, seguido de un grado elevado extraversión, y poco nivel de responsabilidad y de estabilidad emocional. Estas conclusiones se llevaron a cabo a través de una muestra de 250 participantes en las que debían cumplimentar un test de autoestima y otro de personalidad. 

El 75% de los adolescentes ha sufrido malas experiencias en redes sociales


Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 93,6% de los niños de entre 10 y 15 años utiliza Internet y el 90,9% dispone de teléfono móvil, un porcentaje que se eleva hasta el 98,3% a partir de los 16 años. En este contexto, el acceso a las redes sociales es una de sus actividades preferidas. A medida que los niños entran en la adolescencia, la faceta social toma mayor relevancia y las redes sociales juegan un papel importante en la construcción de su identidad, su estilo de vida y la relación con sus iguales.

Esta rápida incorporación a internet y las redes sociales origina al mismo tiempo una desconfianza y preocupación entre padres, educadores y la sociedad en general. Entre los principales riesgos a los que se enfrentan los jóvenes se encuentra el uso abusivo de la web, el contacto con personas desconocidas, el acoso (cyberbullying) o el acceso a contenidos de carácter violento, racista o sexual. Además, se observa que algunas prácticas y conductas no apropiadas, como la agresión verbal repetida, un uso no adecuado de información personal, la suplantación de identidad, la difusión de fotos sin autorización, el acoso sexual o los daños a la reputación, están normalizadas en los grupos de adolescentes en redes sociales.

Así lo apuntan las investigadoras de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (UVa) en el Campus de Segovia Belinda de Frutos Torres y Mercedes Marcos Santos, quienes han realizado un estudio con el fin de determinar la relación entre las experiencias vividas en las redes sociales y la percepción de riesgo en este entorno e identificar el perfil de las conductas de riesgo. Para ello, aplicaron un cuestionario a una muestra de 370 alumnos de tercero y cuarto de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) procedentes de cuatro centros de Segovia seleccionados al azar, dos centros públicos y dos centros privados-concertados. De ellos, tan solo el 4,3 por ciento indicó carecer de cuentas en redes sociales. Entre los que sí disponían de cuentas, el 49,2% aseguró estar presente en entre dos y tres redes sociales, e incluso el 18,9% declaró estar suscrito a cinco o más. El 66,1% afirmó mantener una práctica segura, como es mantener el perfil privado para que sólo puedan verlo sus amigos. En cambio, un 16,4 por ciento dijo tenerlo abierto a cualquier persona. Además, el 7,3% tenía visible su dirección, el 17,8% el número de teléfono y el 51,1% el centro de estudios. Asimismo, la opinión sobre el control de los contenidos que suben a las redes fue bastante optimista: su valoración media se situó en 3,82 puntos sobre una escala de cinco.

Por otro lado, la encuesta apunta que los jóvenes se enfrentan a diario con situaciones desagradables. Tres de cada cuatro adolescentes han sufrido algún tipo de experiencia negativa en redes sociales. Sin embargo, los menores no las perciben como sitios con riesgo.

En cuanto al perfil asociado a prácticas de riesgo en redes sociales, un estilo de navegación exploratorio, el número de cuentas abiertas y la gratificación social recibida a través de las redes sociales son las variables relacionadas con una mayor probabilidad de incurrir en este tipo de conductas.

“Por una parte, se constata que los menores están viviendo experiencias negativas en las redes sociales. Es una especie de agresividad de perfil bajo, no son incidentes que podrían constituir delito, pero están presentes de forma constante”, detalla Belinda de Frutos, quien subraya que lo que ocurre con estas agresiones de perfil bajo “es que se están normalizando, es decir, se considera lo normal en la actividad de las redes sociales”.

Por otra parte, añade, esperaban que los menores que han sufrido más incidentes de este tipo “tuvieran un comportamiento algo distinto en las redes sociales, es decir, que la experiencia hubiera servido de aprendizaje sobre todo en su percepción de las redes sociales como un elemento de riesgo”.

Sin embargo, encontraron “que no había relación, la percepción de riesgo era independiente de las experiencias sufridas”. Por ello, plantean que las gratificaciones inmediatas que reciben de las redes sociales “son las que constituyen un refuerzo a su comportamiento, al margen de las experiencias negativas”.

En este marco, las investigadoras proponen una serie de acciones preventivas. “La prevención sobre los riesgos no tiene mucho sentido que se haga a través de las fuerzas de seguridad del estado hablando de los delitos que se cometen en las redes sociales, ya que este mensaje esta fuera de su esfera de influencia.
Creemos que sería más fructífero que se trabajara sobre la normalización de las agresiones en los grupos de redes sociales, estableciendo una discusión entre iguales sobre lo que les parece mal en las redes sociales, sobre estos incidentes, de modo que no se dé por hecho como algo normal”, concluye.


El trabajo formaba parte de un proyecto de investigación más amplio centrado en la importancia de las habilidades críticas en el uso de Internet y de los medios interactivos en general. Además, Mercedes Marcos está ultimando su tesis doctoral en torno al papel que tienen las marcas comerciales en la configuración de la identidad de los menores en las redes sociales.

Los niños de cinco años aún no tienen prejuicios racistas


Desde la década de 1950, el concepto de raza humana ha caído en desuso para los científicos. Disciplinas como la genética, la biología evolutiva y la antropología han confirmado que es una categoría social y no natural. Sin embargo, muchas personas siguen pensando erróneamente que el color de la piel determina biológicamente la personalidad del individuo.
Aun hoy, el supremacismo racial defiende con argumentos pseudocientíficos que hay etnias superiores a otras. Para desmontar esas ideas falsas, es crucial entender cómo y cuándo se originan los prejuicios racistas.
Un estudio internacional liderado por la Universidad de Nueva York en colaboración con la Universidad de Ámsterdam prueba que esa idea de raza, asociada a ciertos rasgos que dividen a las personas en diferentes categorías, no es innata. Según sus resultados, publicados en la revista Child Development, los niños y niñas no perciben el color de la piel como un factor determinante en la personalidad. Al contrario, creen que lo más importante es el entorno en el que se desarrolla cada individuo. 
Además, los científicos observaron que el criterio de los niños depende del entorno donde hayan crecido. Si en su barrio, su grupo de amigos y su colegio conviven personas de distintos orígenes, la raza pierde importancia para ellos.  
“Hemos medido dos factores que creemos que podrían afectar a lo que los niños opinan sobre la raza: la exposición a la diversidad y las creencias de sus padres sobre esta”, explica a Sinc Tara M. Mandalaywala, investigadora del departamento de Psicología y Ciencias del Cerebro de la Universidad de Nueva York y coautora  del estudio. “Pero hay muchos más factores que también podrían influir, como es el caso de los grupos de amigos o incluso la escuela”, continúa.
En el estudio participaron 203 niños y niñas de Nueva York de entre cinco y seis años; y 430 adultos procedentes de distintas ciudades de EE UU; todos ellos tanto blancos como negros. Los investigadores les preguntaron si consideraban el color de la piel como un rasgo heredado, y si creían que la raza determina cómo será cada persona cuando crezca; por ejemplo, si será lista, agradable o atlética.

Al analizar los resultados de la encuesta, los científicos tuvieron en cuenta el entorno donde vivía cada uno de los niños. Sus respuestas variaban en función de su exposición a la diversidad: los niños de vecindarios en los que predomina una sola etnia daban más importancia a la raza en el desarrollo de la persona; mientras que los criados en barrios diversos entendían que la raza es solo un factor heredado y que el comportamiento y los rasgos psicológicos de cada individuo depende de su ambiente.
Las actitudes y el lenguaje usado por sus padres para referirse a personas de diferentes etnias también influían en las creencias de los niños y niñas.
“Nuestros resultados nos ayudan a entender cómo y cuándo se desarrollan los estereotipos y prejuicios sobre la raza –concluye Mandalaywala–  y qué podríamos hacer para combatirlos”.

El contexto familiar, un predictor del desarrollo cognitivo en los primeros años


La influencia familiar se mantiene a lo largo de varios años, pero es en los primeros su importancia es mayor porque el grupo familiar proporciona al niño todas las señales iniciales de afecto, valoración, aceptación o rechazo, éxito o fracaso. Por ello, “es fundamental estudiar el contexto familiar en esas primeras etapas y observar de qué manera influyen ciertos aspectos de la vida familiar en el desarrollo infantil”, explica Florencia Barreto, coautora del estudio.
Esta investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) en colaboración con el Instituto Biodonostia evalúa la calidad del contexto familiar y los factores sociodemográficos a los 2 años de edad, y estudia de qué manera influyen sobre el desarrollo cognitivo a los 4 años, identificando cuáles son las variables que mayor influencia muestran sobre el mismo. Para ello, han estudiado una cohorte poblacional de 295 niños y niñas y sus familias de Gipuzkoa que forman parte del Proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), el cual surgió para dar respuesta a la necesidad planteada por la Comunidad Europea de estudiar los factores ambientales y su impacto en el desarrollo infantil.
“El contexto familiar se evaluó mediante una visita domiciliaria, en la cual la información se obtuvo a partir de la observación directa de las interacciones con los hijos y la calidad del entorno, también a través de cuestionarios y de una entrevista con los padres, lo cual permitió recoger información sobre la calidad del entorno físico y la estimulación cognitiva, lingüística y socioemocional; es decir, cuántos cuentos y puzles había en casa, la calidad de la expresión afectiva o si se corregían las palabras mal pronunciadas, entre otras”, explica Barreto.
“El desarrollo cognitivo se evaluó de manera individual a los 4 años, mediante un instrumento que evalúa el desarrollo cognitivo como la suma de diferentes subescalas, que miden las aptitudes verbal, perceptivo-manipulativa, numérica, memoria y general cognitiva”, añade la investigadora de la UPV/EHU.

Los resultados obtenidos muestran por un lado que aquellas familias en las que existe una alta calidad de interacción socioemocional entre padres e hijos, son también más competentes para estimular el desarrollo cognitivo y lingüístico, lo que se conoce como andamiaje.
“Se trata de un proceso que tiene que ver con la intención deliberada de los padres de estimular el desarrollo de sus hijos e hijas, enfrentándolos a la situación de realizar una actividad o tarea que esté un poco por encima de sus capacidades, pero sin que llegue a ser frustrante. Los padres se convierten en guías que apoyan la realización de la actividad y van retirándose a medida que el conocimiento se construye y se interioriza. Con ello, madres y padres consiguen estimular las conexiones entre neuronas y por lo tanto, activar el desarrollo cognitivo infantil”, explica Florencia Barreto.
“Ese andamiaje o proceso de estimulación está siempre mediado por la calidad de la estimulación socioemocional, es decir, para que se promocione el desarrollo cognitivo de manera adecuada, no basta solo con poner en práctica el proceso de andamiaje, sino que necesariamente, éste debe estar acompañado de una buena calidad de la interacción socioemocional, como la promoción de la autonomía y autoestima, un clima afectivo positivo, y en definitiva el establecimiento de un apego seguro”, indica Barreto.
Por otro lado, se ha constatado que los primogénitos/as pueden beneficiarse de la exclusividad de los recursos económicos y del tiempo que los padres pasan con ellos, siempre que el contexto familiar sea de calidad para estimular el desarrollo. Además, “hemos observado que para todas las familias la riqueza de la estimulación se completa con la exposición a una segunda lengua dentro del propio hogar”, apunta Barreto.
Según la investigadora, “los resultados pueden guiar la creación de programas de crianza dirigidos a fortalecer la promoción del desarrollo cognitivo infantil”. Asimismo, “la transmisión de esta información a la población general de familias, ayudará a las mismas a concienciar del grandísimo margen de influencia que tienen sobre el desarrollo intelectual de sus hijos e hijas”, añade.

Los mitos románticos pueden generar violencia de género en los jóvenes


Investigadores de las facultades de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada (UGR) advierten del peligro que conlleva la aceptación de determinados mitos románticos entre los jóvenes, y cómo estos pueden dar lugar a casos de violencia de género.
El estudio evalúa la interiorización de los falsos mitos del amor romántico en jóvenes de edades comprendidas entre 18 y 35 años. Así, según una encuesta realizada a 153 jóvenes de dichas edades, alrededor del 70% de ellos cree que “el amor lo puede todo”, “sólo existe una media naranja para mí” y “el amor es ciego”, lo que refleja que estos mitos románticos están muy arraigados entre los jóvenes.
Además, sólo el 13,7% de los participantes cree que se puede llegar a ser feliz sin tener una relación, frente a un 86,3% que opina que no se puede ser feliz sin pareja.
El profesor del departamento de Psicología Social de la UGR José Miguel García Ramírez, que dirige este proyecto de investigación advierte que “el principal problema es que estos mitos se consolidan entre las mujeres y a la misma vez se potencia en los hombres”.
La mayoría de los mitos románticos relegan a la mujer a un plano secundario en el que el hombre tiene el deber de protegerla o someterla. Estas creencias también otorgan a la mujer características como la paciencia, la dulzura, la comprensión y el rol de cuidadora en la familia, a la vez que al hombre se le asigna el deber de proteger y mantener a la familia, la agresividad, la valentía y la valía en el trabajo.
Según este estudio apoyado en encuestas, los falsos mitos del amor romántico promocionan el machismo y pueden llegar incluso a generar casos de violencia de género. Para García Ramírez, “se debe atajar el arraigo de esta serie de mitos desde la raíz, con campañas de sensibilización que eviten estas situaciones y eduquen en valores contrarios a ellos”.
La investigación demuestra cómo dichos mitos se aceptan entre la población joven, precisamente aquella en la que están aumentando los casos de violencia de género.
“El amor es algo diferente basado en la igualdad y el respeto mutuo, y no tiene nada que ver con los mitos románticos que se le atribuyen”, concluye  García Ramírez. Los estudios en esta línea llevan realizándose desde 2014, aunque en la actualidad se siguen recabando datos con estudiantes de otras facultades.

Las respuestas sensoriales de los niños con autismo afectan al estrés de las madres


Las personas con autismo muestran un funcionamiento sensorial atípico. Los umbrales sensoriales pueden ser a veces inferiores y otras veces superiores a los observados en el resto de la población. Por ejemplo, sonidos, estímulos táctiles u olfativos intensos, pueden parecer como no percibidos por personas con autismo. O al contrario: un sonido o un olor sutil puede provocarles un fuerte malestar.
El estudio, publicado en la revista Journal of Intelectual Disability Research, analizó la relación de este funcionamiento sensorial atípico con conducta adaptativa (comunicación, socialización y habilidades de la vida diaria) y problemas de conducta.
“Mientras que la relación con problemas de conducta parece clara, no se encuentra relación con funcionamiento adaptativo. Los problemas de conducta en los hijos se han relacionado fuertemente con estrés materno, pero no se ha estudiado apenas el efecto que puede estar teniendo en el estrés de la madre el perfil de funcionamiento sensorial de los hijos”, afirman los autoras.
El estudio también permitió establecer que existe un determinado subtipo de funcionamiento sensorial que está prediciendo la presencia de estrés en las madres en mayor medida que los problemas de conducta. En concreto, las progenitoras de los niños que mostraban un umbral sensorial bajo, es decir, respondían a estímulos de baja intensidad y lo hacían tratando de evitar estos estímulos, eran las que mostraban un mayor nivel de estrés.
Para las investigadoras, estos hallazgos pueden permitir conocer qué familias son las que presentan mayor vulnerabilidad emocional.
“Incorporar en las evaluaciones clínicas y educativas de las personas con TEA instrumentos para valorar el funcionamiento sensorial parece que podría ayudarnos no sólo a identificar apoyos específicos en esta dirección para la persona que presenta este trastorno, como controlar niveles de ruido, olores, estimulación táctil, etc., sino también identificar familias que pueden estar en mayor riesgo de sufrir altos niveles de estrés”, concluyen.

Hasta el 38% del asma infantil se atribuye a la contaminación atmosférica


Un equipo de investigación internacional del Instituto de Salud Global de Barcelona —centro impulsado por la Fundación Bancaria ”la Caixa”— y del Institute for Transport Studies de Leeds han utilizado un modelo de nuevo desarrollo para analizar el impacto que la exposición a los óxidos de nitrógeno (NOx) —gases que se encuentran entre los contaminantes del aire— tiene en el desarrollo del asma infantil.
El estudio, publicado en Environment International, aunó los datos de otros cuatro modelos distintos relativos a tráfico, emisiones, dispersión atmosférica y estudio de impacto en salud en Bradford (Reino Unido). Esto permitió a los investigadores trazar toda la cadena de impacto, desde las fuentes de contaminación del aire hasta las vías por las que esta impacta la salud de los niños.
Los resultados indican que hasta el 38% de todos los casos anuales de asma infantil en Bradford pueden ser atribuibles a la contaminación del aire. Más específicamente, las estimaciones del modelo mostraron que el 12% de los casos anuales de asma infantil podrían atribuirse a la contaminación del aire relacionada con el tráfico.
“Sin embargo, sabíamos que nuestro modelo estaba subestimando la fracción de contaminación atmosférica procedente del tráfico. Cuando ajustamos nuestros resultados usando mediciones reales de contaminantes del aire vimos que hasta el 24% de los casos anuales podrían atribuirse a la contaminación del aire relacionada con el tráfico”, explica Mark Nieuwenhuijsen, director de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud de ISGlobal.
La autora principal del estudio, Haneen Khreis, investigadora de ISGlobal y del Institute for Transport Studies de Leeds, afirma: “Las tasas de casos de asma infantil en Bradford son más altas que la media del Reino Unido, al igual que los ingresos hospitalarios por urgencias de niños asmáticos menores de 16 años.”
“Investigaciones previas de nuestro equipo demostraron que los niños y niñas expuestos a altos niveles de contaminación del aire procedente del tráfico tienen un mayor riesgo de desarrollar asma. Cuantificar el número de casos de asma infantil que son directamente atribuibles a la contaminación del aire relacionada con el tráfico no se había hecho en el pasado y, como demostramos ahora, una parte importante de los casos es en buena medida prevenible”, añade Khreis.
“Nuestro trabajo demuestra que, si bien las medidas populares como detener los vehículos al ralentí fuera de las escuelas o proporcionar rutas peatonales alejadas de las carreteras son importantes, las soluciones propuestas para mitigar la contaminación del tráfico no deberían restringirse a áreas localizadas”, agrega. “Las nuevas políticas destinadas a reducir los efectos de la contaminación atmosférica procedente del tráfico deben enfocarse a cada eslabón de la cadena: desde el volumen y el tipo de tráfico, hasta los gases de escape y las emisiones que no provienen de los tubos de escape, pasando por la dispersión y la exposición”.
Bradford es la sexta ciudad más grande del Reino Unido, con una población multiétnica de más de 530.000 personas. Al mismo tiempo, también se encuentra entre el 10% de las localidades británicas más desfavorecidas. Los modelos utilizados en el estudio permitieron que el equipo registrara cuánta contaminación atmosférica hay en la ciudad y en qué medida es atribuible al tráfico.
Mark Nieuwenhuijsen, coautor del estudio, apunta: “Los casos de asma infantil han aumentado constantemente desde la década de 1950. El progreso futuro con el asma infantil requiere un enfoque que no se limite a controlar y tratar la enfermedad y vaya hacia su prevención, comenzando por la reducción de la contaminación del aire relacionada con el tráfico”.
Este estudio es parte de un trabajo en curso en Bradford que evalúa las emisiones y el perfil de calidad del aire en la región y los efectos e impactos asociados a la salud infantil. El equipo de investigación prepara actualmente una evaluación del impacto en la salud de contaminación atmosférica y asma a nivel europeo.
John Wright, director del Bradford Institute for Health Research e investigador jefe del estudio Born in Bradford, dijo: “Este importante estudio se suma a la abrumadora evidencia de que la contaminación del aire está perjudicando a nuestros niños. El aire en nuestras ciudades se ha convertido en una ‘tragedia de los comunes’, por la cual un bien común es envenenado por la negligencia colectiva. La buena noticia es que todos podemos salvar vidas usando menos el coche y recurriendo a combustibles más limpios”.