Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 93,6% de los niños de entre 10 y 15 años utiliza Internet y el 90,9% dispone de teléfono móvil, un porcentaje que se eleva hasta el 98,3% a partir de los 16 años. En este contexto, el acceso a las redes sociales es una de sus actividades preferidas. A medida que los niños entran en la adolescencia, la faceta social toma mayor relevancia y las redes sociales juegan un papel importante en la construcción de su identidad, su estilo de vida y la relación con sus iguales.
Esta rápida incorporación a internet y las redes
sociales origina al mismo tiempo una desconfianza y preocupación entre padres,
educadores y la sociedad en general. Entre los principales riesgos a los que se
enfrentan los jóvenes se encuentra el uso abusivo de la web, el contacto con
personas desconocidas, el acoso (cyberbullying)
o el acceso a contenidos de carácter violento, racista o sexual. Además, se
observa que algunas prácticas y conductas no apropiadas, como la agresión
verbal repetida, un uso no adecuado de información personal, la suplantación de
identidad, la difusión de fotos sin autorización, el acoso sexual o los daños a
la reputación, están normalizadas en los grupos de adolescentes en redes
sociales.
Así lo apuntan las investigadoras de la Facultad
de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de
Valladolid (UVa) en el Campus de Segovia Belinda de Frutos Torres y Mercedes
Marcos Santos, quienes han realizado un estudio con el fin de determinar la
relación entre las experiencias vividas en las redes sociales y la percepción
de riesgo en este entorno e identificar el perfil de las conductas de riesgo. Para
ello, aplicaron un cuestionario a una muestra de 370 alumnos de tercero y
cuarto de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) procedentes de cuatro centros
de Segovia seleccionados al azar, dos centros públicos y dos centros
privados-concertados. De ellos, tan solo el 4,3 por ciento indicó carecer de
cuentas en redes sociales. Entre los que sí disponían de cuentas, el 49,2%
aseguró estar presente en entre dos y tres redes sociales, e incluso el 18,9%
declaró estar suscrito a cinco o más. El 66,1% afirmó
mantener una práctica segura, como es mantener el perfil privado para que sólo
puedan verlo sus amigos. En cambio, un 16,4 por ciento dijo tenerlo abierto a
cualquier persona. Además, el 7,3% tenía visible su dirección, el 17,8% el
número de teléfono y el 51,1% el centro de estudios. Asimismo, la opinión sobre
el control de los contenidos que suben a las redes fue bastante optimista: su
valoración media se situó en 3,82 puntos sobre una escala de cinco.
Por otro lado, la encuesta apunta que los jóvenes
se enfrentan a diario con situaciones desagradables. Tres de cada cuatro
adolescentes han sufrido algún tipo de experiencia negativa en redes sociales.
Sin embargo, los menores no las perciben como sitios con riesgo.
En cuanto al perfil asociado a prácticas de riesgo
en redes sociales, un estilo de navegación exploratorio, el número de cuentas
abiertas y la gratificación social recibida a través de las redes sociales son
las variables relacionadas con una mayor probabilidad de incurrir en este tipo
de conductas.
“Por una parte, se constata que los menores están
viviendo experiencias negativas en las redes sociales. Es una especie de
agresividad de perfil bajo, no son incidentes que podrían constituir delito, pero
están presentes de forma constante”, detalla Belinda de Frutos, quien subraya
que lo que ocurre con estas agresiones de perfil bajo “es que se están
normalizando, es decir, se considera lo normal en la actividad de las redes
sociales”.
Por otra parte, añade, esperaban que los menores
que han sufrido más incidentes de este tipo “tuvieran un comportamiento algo
distinto en las redes sociales, es decir, que la experiencia hubiera servido de
aprendizaje sobre todo en su percepción de las redes sociales como un elemento
de riesgo”.
Sin embargo, encontraron “que no había relación,
la percepción de riesgo era independiente de las experiencias sufridas”. Por
ello, plantean que las gratificaciones inmediatas que reciben de las redes
sociales “son las que constituyen un refuerzo a su comportamiento, al margen de
las experiencias negativas”.
En este marco, las investigadoras proponen una
serie de acciones preventivas. “La prevención sobre los riesgos no tiene mucho
sentido que se haga a través de las fuerzas de seguridad del estado hablando de
los delitos que se cometen en las redes sociales, ya que este mensaje esta
fuera de su esfera de influencia.
Creemos que sería más fructífero que se trabajara
sobre la normalización de las agresiones en los grupos de redes sociales,
estableciendo una discusión entre iguales sobre lo que les parece mal en las
redes sociales, sobre estos incidentes, de modo que no se dé por hecho como
algo normal”, concluye.
El trabajo formaba parte de un proyecto de
investigación más amplio centrado en la importancia de las habilidades críticas
en el uso de Internet y de los medios interactivos en general. Además, Mercedes
Marcos está ultimando su tesis doctoral en torno al papel que tienen las marcas
comerciales en la configuración de la identidad de los menores en las redes
sociales.
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